Cómo Irlanda Precristiana Vivió Sin Estado Durante Más de 1.000 Años: Lecciones del Sistema Brehon Law
Una mirada al modelo de justicia y propiedad que desmiente las objeciones al anarcocapitalismo: un sistema sin poder centralizado ni violencia estatal.

La Irlanda gaélica precristiana y medieval temprana es uno de los casos más notables y mejor documentados de sociedad sin Estado que funcionó exitosamente durante más de mil años. Desde los primeros registros históricos hasta la conquista definitiva por Inglaterra en el siglo XVII, los irlandeses vivieron bajo un sistema de derecho consuetudinario conocido como Brehon Law, administrado por juristas privados (los brehons) sin ninguna autoridad política centralizada que pudiera imponer sus decisiones mediante fuerza.1
El sistema irlandés merece examen detallado porque desmiente prácticamente todas las objeciones estándar al anarcocapitalismo. ¿Cómo se definían y protegían los derechos de propiedad sin Estado? ¿Cómo se resolvían las disputas sin tribunales estatales? ¿Cómo se hacían cumplir las sentencias sin policía? ¿Cómo se prevenían los abusos de los poderosos sin gobierno? Los irlandeses desarrollaron respuestas funcionales a todas estas preguntas.
La estructura básica del sistema era la siguiente. La unidad fundamental de organización social era el fine, el grupo familiar extendido que incluía parientes hasta varias generaciones. Cada fine era colectivamente responsable de las acciones de sus miembros. Si un individuo cometía un daño y no lo reparaba, su fine debía hacerlo. Esta responsabilidad colectiva creaba incentivos para que las familias controlaran el comportamiento de sus miembros y resolvieran disputas antes de que escalaran.
Varios fines formaban un túath, algo análogo a una pequeña tribu o comunidad local. Cada túath tenía un rey (rí), pero este «rey» no era un soberano en el sentido moderno. No tenía poder legislativo; no podía crear nuevas leyes, solo aplicar el derecho consuetudinario tradicional. No tenía poder ejecutivo monopolístico; no podía forzar a nadie a obedecerle mediante violencia. Su autoridad dependía del consentimiento y de su capacidad para mediar disputas de manera justa. Un rey que abusara de su posición perdería el apoyo de los fines bajo su supuesta jurisdicción, quienes simplemente cambiarían de lealtad a otro túath.
El derecho mismo, el Brehon Law, no era legislado. Era un cuerpo de normas consuetudinarias que se habían desarrollado durante siglos mediante precedentes y que los brehons (juristas profesionales) memorizaban y aplicaban. Los brehons eran esencialmente árbitros privados cuya autoridad derivaba de su conocimiento del derecho y de su reputación de imparcialidad. Cualquiera podía, en principio, estudiar el derecho y convertirse en brehon. No había monopolio estatal sobre la administración de justicia.
Cuando surgía una disputa, las partes acordaban un brehon para resolverla. Si no podían acordar uno, cada parte elegía un brehon y estos dos elegían un tercero. El proceso era voluntario en el sentido de que las partes elegían al árbitro, pero las consecuencias de rechazar el arbitraje eran severas: la persona que se negaba a participar en el proceso legal perdía el derecho a la protección del derecho. Quedaba fuera de la ley (ósee, literalmente fuera del derecho), lo que significaba que nadie estaba obligado a respetarla ni a comerciar con ella, y que cualquier daño que sufriera no daría lugar a compensación.
Esta amenaza de ostracismo era suficiente para que casi todos participaran en el sistema legal. El aislamiento social en una sociedad donde la cooperación es esencial para la supervivencia es una sanción devastadora. Una persona excluida de las redes de comercio, de las alianzas matrimoniales, de los sistemas de ayuda mutua, enfrentaba un futuro miserable. La amenaza de exclusión funcionaba como incentivo para comportarse civilizadamente y para aceptar los procedimientos legales cuando surgían disputas.
¿Cómo se ejecutaban las sentencias sin policía estatal? El sistema irlandés empleaba varios mecanismos complementarios. El primero era la responsabilidad colectiva del fine: si un individuo no pagaba la compensación ordenada por el brehon, su familia debía pagarla. Esto garantizaba que en la mayoría de los casos habría alguien con recursos suficientes para pagar, y además creaba incentivos para que las familias presionaran a sus miembros para cumplir las sentencias.
El segundo mecanismo era el sistema de fianzas. Antes de emprender ciertas actividades o relaciones contractuales, las personas debían obtener fianzas (garantías) de terceros que pagarían si la persona incumplía. Este sistema de garantías privadas funcionaba análogamente a los seguros o las garantías bancarias modernos. Las personas con buena reputación podían obtener fianzas fácilmente a bajo costo; las personas con mala reputación enfrentaban costos prohibitivos o simplemente no podían obtenerlas, lo que las excluía de muchas actividades económicas.
El tercer mecanismo era el derecho de «distress», una forma de ejecución forzosa limitada y regulada. Si el deudor no pagaba voluntariamente y su fine tampoco lo hacía, el acreedor podía, siguiendo procedimientos específicos muy detallados, apoderarse de propiedades del deudor hasta el valor de la deuda. Pero este proceso estaba estrictamente limitado por el derecho consuetudinario: el acreedor no podía emplear violencia excesiva, no podía tomar más de lo debido, no podía entrar en ciertos lugares o tomar ciertos bienes. Las violaciones de estas restricciones convertían al acreedor en agresor sujeto a compensación.
¿Y qué ocurría con los crímenes violentos, no simplemente con disputas contractuales o daños a la propiedad? El sistema irlandés trataba todos los daños, incluidos homicidio y lesiones físicas, como agravios que requerían compensación a la víctima o su familia, no como ofensas contra la sociedad que requerían castigo por una autoridad central. El homicida debía pagar una compensación sustancial (eric) a la familia de la víctima, determinada según el «honor-precio» de la víctima y las circunstancias del caso. Si no pagaba, su propia familia debía pagar. Si su familia se negaba, la familia de la víctima tenía derecho a tomar venganza, pero incluso esto estaba regulado: la venganza no podía ser desproporcionada, y quien excediera la proporcionalidad debida a su vez debía compensación.
Joseph R. Peden, «Property Rights in Celtic Irish Law», Journal of Libertarian Studies, Vol. 1, No. 2 (1977). Este artículo documenta detalladamente el sistema legal irlandés precristiano.


