Robert Heilbroner y Murray Rothbard: dos miradas opuestas sobre la historia del pensamiento económico
De Smith a Rothbard: dos formas irreconciliables de narrar la historia de la economía
Estoy leyendo Los Filósofos Terrenales de Robert Heilbroner. El contraste con la monumental Historia del Pensamiento Económico de Murray Rothbard es evidente: ambos autores ofrecen no solo relatos distintos, sino visiones completamente opuestas sobre qué significa “hacer historia de la economía”.
Smith: fundador o impostor
Para Heilbroner, la disciplina económica nace en el siglo XVIII con Adam Smith, el “padre de la economía”. En cambio, Rothbard remonta el pensamiento económico hasta los griegos clásicos, pasando por los escolásticos medievales y Richard Cantillon.
Rothbard no solo rechaza la idea de Smith como fundador, sino que cuestiona duramente su originalidad: lo acusa de plagiar a Cantillon y de haber errado en sus aportes verdaderamente “propios”.
Cito a Rothbard en el primer volumen de Historia del Pensamiento Económico:
“El problema no es simplemente que Smith no fuera el fundador de la economía. El problema es que nada de lo que dijo correctamente fue originado por él y todas sus aportaciones originales estaban equivocadas; [...] Adam Smith era un plagiador desvergonzado, reconociendo poco o nada y robando grandes trozos, por ejemplo, de Cantillon.”
Siete contra cuatrocientos veintiocho
Heilbroner sintetiza la historia en apenas siete autores centrales (Smith, Malthus, Ricardo, Marx, Veblen, Keynes y Schumpeter), a los que añade algunos secundarios. Para él, cada uno constituye un salto cualitativo que supera al anterior.
Rothbard, en cambio, cita a 428 autores. Su enfoque es completamente distinto: la historia económica es un campo plagado de debates, donde a menudo triunfan las ideas equivocadas mientras se olvidan aportes valiosos. Su relato no es lineal ni “progresivo”, sino una red de luchas intelectuales, plagadas de aciertos ignorados y errores repetidos.
La intención de Rothbard
No fue casualidad que Rothbard escribiera una historia tan distinta. Mark Skousen relata en The Making of Modern Economics que fue él quien le encargó a Rothbard una obra “alternativa” a la de Heilbroner. Se le adelantaron veinte mil dólares, pero Rothbard se desvió por completo de lo acordado: ignoró los límites de extensión, cambió el eje de los capítulos y criticó con dureza al mismísimo Smith, ídolo de Skousen.
El resultado fue monumental: dos volúmenes de más de 500 páginas cada uno que cubren desde los griegos hasta Marx, aunque quedaron inconclusos tras su muerte.
Heilbroner y su viraje ideológico
Heilbroner publicó la última edición de Los Filósofos Terrenales en 1998. Me gusta imaginar que, de haber escrito un nuevo capítulo, hubiera incluido a Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Milton Friedman. Lo habría titulado, quizás, “Los que acertaron en su crítica al socialismo”.
A quienes más extraño en su obra son a Carl Menger y a los austríacos, que apenas aparecen pese a la magnitud de su influencia.
La ironía es que el propio Heilbroner terminó reconociendo mucho de lo que ellos defendían. Aunque fue socialista durante la mayor parte de su vida, en los años noventa admitió el fracaso del socialismo y la superioridad del capitalismo como sistema.
En su famoso artículo The Triumph of Capitalism (1989, The New Yorker), sostuvo:
“Menos de 75 años después de su inicio oficial, la batalla entre capitalismo y socialismo ha terminado: el capitalismo ha ganado. El capitalismo organiza los asuntos materiales de la humanidad de forma más satisfactoria que el socialismo.”
Un año después, en After Communism, reconoció expresamente que “Mises tenía razón”: la planificación central fracasó por carecer de un sistema de precios racional.
Reconocimientos y límites
A lo largo de los noventa, Heilbroner fue reiterando estos reconocimientos. Llegó a admitir que los Mises, Hayek y Friedman habían sido los más acertados en su diagnóstico sobre el socialismo, mientras que la tradición marxista y socialdemócrata se equivocó por completo.
Sin embargo, nunca abrazó del todo el capitalismo liberal. Concedía su superioridad frente al socialismo, pero defendía un modelo mixto, inspirado en las economías escandinavas, principalmente por razones medioambientales.
Conclusión
Leer a Heilbroner después de Rothbard permite apreciar con claridad que la historia del pensamiento económico no es solo un relato académico, sino también una batalla ideológica.
Donde Heilbroner ve un camino progresivo desde Smith hasta Keynes, Rothbard muestra un campo de disputas en el que muchas veces ganaron las ideas equivocadas. Donde Heilbroner omite a Menger, Mises y Hayek, Rothbard los reivindica como parte de una tradición olvidada.
El dato más interesante es que el propio Heilbroner, hacia el final de su vida, terminó reconociendo la lucidez de quienes había dejado afuera. Esa paradoja —un socialista que admite la imposibilidad del socialismo— es quizás lo más valioso de su obra: evidencia que incluso los intelectuales más prestigiosos no pudieron escapar al diagnóstico austríaco.