¿Qué debería hacer Javier Milei a partir de ahora?
Del administrador eficiente al libertador de una nación: el momento de dejar de ajustar para empezar a desmantelar el Estado.
A estas alturas, con 1 año y medio de gestión ya ejecutado por el presidente Javier Milei, resulta imprescindible realizar un diagnóstico riguroso. No se trata de caer en la crítica superficial o en el aplauso ciego, sino de aplicar la lógica praxeológica, la economía de mercado y el sentido común institucional que tantos frutos dio en la historia del pensamiento liberal clásico y, particularmente, en la Escuela Austriaca de Economía.
Porque si bien Milei puso sobre la mesa una agenda disruptiva como ningún otro presidente en la historia argentina, llegó el momento de corregir el rumbo. No en sus principios —que son sanos, justos y necesarios—, sino en su ejecución política y estrategia de transformación.
1. Dejar de pensar en términos keynesianos
Aunque parezca una contradicción, gran parte de las medidas implementadas hasta ahora son una reingeniería del Estado más que una destrucción del mismo. Milei racionalizó el gasto, sí, pero lo hizo sin atacar el meollo: la estructura metastásica del Estado en sí mismo. La lógica austriaca no propone simplemente “hacerlo eficiente”. Propone abolirlo donde sea prescindible.
La eliminación del déficit vía licuación del gasto es un atajo que genera réditos inmediatos, pero no sienta las bases de una transformación institucional.
Milei debería:
Eliminar ministerios enteros en vez de fusionarlos o convertirlos en secretarías.
Privatizar empresas públicas hoy mismo, no mañana.
Liberalizar totalmente los precios de bienes y servicios, incluidos los regulados como combustibles, transporte o energía.
No se trata de hacer eficiente al monstruo, sino de extirparlo. El Estado no debe ser un buen administrador, debe ser un mal recuerdo.
La competencia institucional entre provincias o regiones es más poderosa que cualquier ministerio de modernización. La libertad se construye desde abajo.
La Argentina no necesita ser “ordenada”. Necesita ser liberada.
2. Reforma monetaria de verdad
Si Milei cree realmente en Mises, en Rothbard y en Hayek, entonces debe saber que la moneda es una institución espontánea del mercado, y el Banco Central —con independencia o sin ella— es un instrumento de opresión monetaria.
Debería:
Abolir el curso forzoso del peso.
Permitir la libre elección de moneda (sea dólar, euro, bitcoin o lo que el mercado quiera).
Y cerrar el Banco Central. De verdad. Sin eufemismos. (Lean Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos de Jesús Huerta de Soto).
Volver al patrón oro y eliminar la banca de reserva fraccional.
El Banco Central es el origen de todos los ciclos económicos artificiales, de la inflación y del empobrecimiento progresivo. Abolirlo no es una opción, es una urgencia moral y científica.
El sistema bancario de reserva fraccionaria —tolerado por casi todos los gobiernos del mundo y legalizado incluso sin banco central— es el mecanismo fraudulento que permite a los bancos multiplicar los depósitos y crear dinero fiduciario sin respaldo.
Debe prohibirse por ley la creación de dinero mediante anotaciones contables. Sólo así se podrá lograr un sistema monetario sano, libre de ciclos y crisis. Una reforma monetaria coherente no es sólo cerrar el BCRA: es abolir la falsificación bancaria legalizada.
Lo que Milei no se anima a hacer por "viabilidad", la historia lo castigará por cobardía.
3. Descentralización radical:
El liberalismo no se construye con un emperador ilustrado y un ejército de libertarios gritando en Twitter. Se construye con instituciones de mercado, propiedad privada y responsabilidad individual. El gobierno central argentino sigue siendo un Leviatán ineficiente que redistribuye mal y condiciona peor.
Por ende, Milei debería impulsar:
Una reforma fiscal donde las provincias recauden y gasten lo que generan.
La eliminación progresiva de las transferencias automáticas.
Un sistema de vouchers para salud y educación, con libre competencia de prestadores (temporal, véase mi posteo en threads)
La competencia institucional entre provincias o regiones es más poderosa que cualquier ministerio de modernización. La libertad se construye desde abajo
Si no hay descentralización, no hay libertad. Punto.
4. Reforma laboral ya: Argentina no va a atraer capital con 100% de inflación, pero tampoco con 100% de litigios laborales
El presidente hizo discursos brillantes, denunció las mafias sindicales, exhibió los costos ocultos del empleo formal. Pero no presentó aún una reforma laboral integral que permita, de una vez por todas, liberar el mercado de trabajo.
Debería:
Eliminar la ultraactividad sindical.
Permitir contratos individuales sin intervención sindical.
Facilitar el despido y la contratación sin indemnización forzosa, mediante seguros privados.
El derecho laboral moderno es una aberración intervencionista que destruye empleo y dignidad. El único contrato legítimo es el libre entre partes.
Sin un mercado laboral libre, no hay inversión. No hay productividad. No hay milagro.
5. Un pacto institucional fundacional: Argentina necesita una Constitución nueva, o volver a la original de 1853
Este es el punto más alto de esta agenda. Sin un marco institucional nuevo —que ponga fin al estatismo enquistado desde 1949— toda reforma es reversible, como ya lo demostró la historia argentina desde 1930 hasta hoy.
Milei tiene que convocar a un pacto político fundacional que:
Restituya la Constitución de 1853 con sus principios liberales originales.
Consagre la propiedad privada como derecho sagrado.
Limite al máximo las funciones del Estado.
Si el marco constitucional no es coherente con la libertad, cualquier avance es efímero. Lo que se gana en una legislatura se pierde en otra.
No con una reforma tibia. No con una ley ómnibus a medias. Con un cambio de régimen, como el que logró Estonia o como intentó Chile y no se animó a concretar.
Milei tiene algo que ningún otro presidente argentino tuvo: un mandato moral para liberar al país del estatismo parasitario. Pero corre el riesgo de convertirse en un gran administrador de la miseria en lugar de ser el sepulturero del sistema.
La historia del liberalismo está plagada de fracasos por culpa de reformadores que se rindieron ante el ‘posibilismo político’. Lo políticamente viable hoy es lo que los enemigos de la libertad permiten. Por eso, el verdadero liberal no espera el contexto ideal: lo construye.
Javier Milei debe entender que la moral precede a la economía. Si empieza a negociar principios por eficacia táctica, caerá en el error de los Hayekianos tibios: justificar el mal menor, y acabar pactando con el mal mayor.
La historia no premia a los moderados. Premia a los revolucionarios que actúan con prudencia, pero con determinación.
No hay peor enemigo del liberalismo que el liberal tibio. Si Milei cree que puede ser Mises y Macron a la vez, está perdido.