Por qué el cálculo económico es imposible en el socialismo según Mises: una defensa a la escuela austríaca frente a sus críticos
Una defensa técnica y avanzada de la tesis austríaca sobre por qué el cálculo económico es imposible en el socialismo según Mises, frente a las críticas actuales basadas en tecnología y planificación
Introducción: el corazón del debate socialista-austríaco
El debate sobre la viabilidad del socialismo como sistema económico racional no es nuevo. Sin embargo, el argumento más poderoso y estructural contra el socialismo fue formulado en 1920 por Ludwig von Mises. Su tesis, hoy más vigente que nunca, sostiene que el cálculo económico racional es imposible bajo el socialismo debido a la ausencia de precios formados libremente en mercados competitivos. Esta idea, extendida por Hayek y refinada por autores contemporáneos como Jesús Huerta de Soto, es objeto de críticas frecuentes, como las expuestas en el artículo de Maxi Nieto-Fernández (2020). No obstante, las refutaciones modernas a la escuela austríaca fracasan en comprender la lógica interna del argumento original, y en este artículo te explico por qué el cálculo económico es imposible en el socialismo según Mises, desmontando las objeciones más comunes.
¿Es circular el argumento austríaco? Una crítica equivocada
Una de las objeciones más repetidas contra Mises y sus seguidores es que caen en un razonamiento circular: parten de que el mercado es necesario para el cálculo y concluyen que sin mercado no puede haber cálculo. Pero esta crítica malinterpreta la estructura lógica del argumento. Mises no parte del mercado como axioma, sino de la necesidad de una unidad común de cálculo que permita comparar los costos alternativos de producción en un entorno de escasez.
Sin precios monetarios surgidos de intercambios reales entre propietarios privados de factores de producción, no hay forma de determinar el valor relativo de los medios. Esto no es un prejuicio mercantilista, sino un hecho institucional. Las tentativas de usar sustitutos como el tiempo de trabajo (Marx, Cockshott) fracasan porque no reflejan valoraciones marginales subjetivas, lo que distorsiona completamente la asignación de recursos escasos.
La escuela austríaca parte de una observación estructural: el mercado genera señales informativas (precios) que permiten ordenar la acción productiva. El socialismo, al eliminar la propiedad privada y el intercambio voluntario, destruye esas señales. No hay circularidad, sino una inferencia institucional lógica: sin mercado no hay precios; sin precios, no hay cálculo; sin cálculo, no hay racionalidad económica.
La crítica hayekiana al conocimiento “dado”: un punto ignorado por el socialismo computacional
Hayek profundizó el argumento de Mises introduciendo la noción de conocimiento disperso. El socialismo asume que es posible centralizar y procesar toda la información relevante para coordinar una economía compleja. Sin embargo, como explicó Hayek en “El uso del conocimiento en la sociedad”, el problema económico no es técnico, sino epistémico: el conocimiento necesario para la coordinación está disperso, es tácito y muchas veces no articulable.
Los defensores del socialismo computacional, como Nieto-Fernández, afirman que las tecnologías modernas (IA, big data, IoT) permiten superar esta dificultad. Pero esto confunde datos con conocimiento, y centralización con comprensión. Las máquinas pueden procesar grandes volúmenes de información, pero no pueden generar precios significativos ni descubrir nuevas oportunidades, porque no actúan, no emprenden, no arriesgan. El valor no está en el dato, sino en su interpretación subjetiva por parte de individuos que enfrentan incertidumbre real.
Por eso, el argumento de por qué el cálculo económico es imposible en el socialismo según Mises sigue siendo válido incluso en la era digital. La tecnología no puede reemplazar la función empresarial ni producir espontáneamente un sistema de precios que coordine millones de decisiones descentralizadas.
La función empresarial: creación y descubrimiento de información, no mera reacción
Otra crítica del texto es que la “función empresarial” solo sería necesaria dentro del capitalismo, ya que responde a incentivos mercantiles. Pero esto es una confusión entre el incentivo de ganancia y el papel ontológico del empresario. La escuela austríaca sostiene que la acción humana, en tanto creativa, implica descubrir fines y medios antes no percibidos. La función empresarial es anterior a cualquier institución particular: surge de la naturaleza misma de la acción bajo incertidumbre.
El empresario no es solo un maximizar de beneficios, sino un descubridor de desequilibrios, de necesidades no satisfechas, de recursos mal asignados. Esta función no puede ser replicada por un burócrata planificador ni por un algoritmo optimizador, porque la creatividad y la alerta empresarial son procesos subjetivos y dinámicos. Sin empresarios libres, la sociedad no puede corregir sus desajustes ni generar información relevante para la asignación de recursos.
Por eso, la afirmación central de Huerta de Soto se sostiene: “sin función empresarial no hay cálculo económico”. Y si el socialismo elimina la libertad de actuar empresarialmente, entonces el socialismo impide la coordinación racional.
La falacia del socialismo “tecnológicamente posible”
Nieto-Fernández concluye que con tecnologías actuales, el socialismo sería factible. Pero esta afirmación ignora la distinción entre posibilidad técnica y viabilidad epistémica. Que hoy existan herramientas para recolectar y procesar datos no significa que se pueda coordinar la economía de forma racional sin precios.
El argumento de Mises no es que falta capacidad de cómputo, sino que la información relevante para la acción económica no existe ex ante como dato objetivo. Surge en el proceso de interacción libre de agentes, mediante ensayo, error, aprendizaje y competencia. Una supercomputadora puede resolver ecuaciones, pero no puede anticipar descubrimientos empresariales, ni asignar valor económico subjetivo a bienes y servicios.
El valor no está “en las cosas”, sino en las preferencias y juicios de los individuos, que cambian constantemente. Pretender planificar toda la economía desde arriba con datos que solo existen después de que los agentes actúan es confundir el mapa con el territorio.
La imposibilidad lógica del socialismo
Quienes critican a Mises desde el socialismo no han refutado su tesis central, solo la han malinterpretado. El socialismo no falla porque no tenga buenos deseos, sino porque viola los principios lógicos que permiten una economía racional:
Niega la propiedad privada de los medios de producción.
Con ello impide la formación de precios reales.
Sin precios, no hay cálculo económico posible.
Sin cálculo, no hay asignación racional de recursos.
Por tanto, la tesis de Mises es definitiva: el socialismo es imposible no por motivos morales o técnicos, sino por una razón lógica. Y aunque se intente modernizar la planificación con inteligencia artificial o big data, el problema epistemológico y ontológico de la coordinación permanece. El mercado, con propiedad privada y función empresarial libre, sigue siendo el único sistema capaz de procesar información dispersa y asignar recursos eficientemente.
Así, defender la tesis de por qué el cálculo económico es imposible en el socialismo según Mises no solo es coherente con los avances tecnológicos actuales, sino imprescindible para comprender por qué el socialismo sigue fracasando donde se aplica.