La mente detrás de PayPal, Palantir y los experimentos de longevidad: el enigma llamado Peter Thiel
Peter Thiel: fundador de PayPal, inversor clave en Facebook y líder libertario que revolucionó Silicon Valley y la biotecnología.
Peter Thiel no es un empresario común. No solo es uno de los fundadores de PayPal, Palantir y uno de los primeros inversores en Facebook. También es una figura enigmática que ha desafiado las reglas del juego en Silicon Valley, apostando por ideas radicales, polémicas y a veces, francamente desconcertantes.
¿Un libertario que apoya a Trump? ¿Un empresario tech que financia islas fuera de las jurisdicciones estatales? ¿Un millonario que paga a jóvenes para que abandonen la universidad y que además se inyecta células de sangre joven para vivir más?
Sí. Todo eso y más. Ese es Peter Thiel.
Infancia entre dictaduras y ajedrez
Nació en Frankfurt, Alemania, en 1967. A los pocos meses, su familia se mudó a Estados Unidos. Pero su infancia no fue estable: su padre, químico industrial, los arrastró de país en país. Vivieron en Sudáfrica durante el apartheid y también en Namibia, que en ese entonces era una colonia bajo dominio sudafricano. Creció viendo la brutalidad de los estados autoritarios. Eso marcó su visión política.
Se convirtió en un apasionado del ajedrez. Llegó a ser uno de los mejores jóvenes del país. Esa disciplina lo ayudó a desarrollar una mentalidad estratégica, fría y calculadora. Ya desde chico tenía una relación distante con las emociones. La lógica dominaba todo.
En Stanford estudió filosofía. Luego, Derecho. Pero nunca ejerció como abogado. Ya desde joven, creía que las estructuras formales eran un estorbo para la innovación. En la universidad fundó The Stanford Review, un periódico conservador-libertario donde atacaba el progresismo rampante del campus. Era un provocador.
PayPal, la mafia del futuro y una guerra silenciosa
En los 90 fundó su primer fondo de inversión. Pero su salto real vino en 1998 cuando cofundó Confinity. Esa empresa, que más tarde se fusionaría con X.com de Elon Musk, terminaría dando origen a PayPal.
Con PayPal, Thiel cambió la forma en que enviamos dinero. Pero más importante aún: desde ese pequeño startup nació lo que hoy se conoce como la "PayPal Mafia". Un grupo de ex empleados y socios que luego crearon o invirtieron en empresas como YouTube, LinkedIn, Yelp, Tesla, SpaceX y Palantir.
Thiel fue el padrino de esa mafia. El estratega en las sombras. Cuando eBay compró PayPal en 2002, Thiel se llevó 55 millones de dólares. Y comenzó su verdadero juego.
Facebook, el poder de influir sin estar en la mesa
En 2004 conoció a Mark Zuckerberg. Facebook era una idea incipiente. Thiel puso medio millón de dólares y se quedó con el 10% de la empresa. Nadie más quiso invertir. Él sí. Vio algo que los demás no.
No pidió asiento en la mesa directiva. Tampoco quiso intervenir en el día a día. Solo dijo: "No la arruinen". Su inversión inicial valdría miles de millones más tarde.
Esa fue su jugada preferida: influir desde las sombras, como un ajedrecista que anticipa diez jugadas adelante.
Palantir, vigilancia y control al estilo Silicon Valley
En 2003 fundó Palantir. Su nombre viene del “palantir” de Tolkien, una piedra mágica para ver a distancia. La empresa hace eso, pero en el mundo real.
Usa inteligencia artificial y big data para analizar patrones, detectar amenazas y ayudar a gobiernos en tareas de seguridad. El gobierno de EE.UU. es uno de sus principales clientes.
Palantir ayudó a capturar terroristas. A predecir fraudes. Y a rastrear movimientos de personas con precisión quirúrgica. Es el Gran Hermano, pero con branding startup.
Thiel no lo niega. Cree que la vigilancia es necesaria para proteger la civilización. Pero solo si está en manos de los “buenos”. ¿Y quién decide quiénes son los buenos? Él, por supuesto.
Libertario, pero con límites
Thiel siempre se definió como libertario. Pero no es el típico defensor del libre mercado y punto. Tiene un pensamiento más complejo, incluso contradictorio.
Por ejemplo, dijo: “La libertad y la democracia ya no son compatibles”. Cree que la democracia lleva al estatismo. Y que el progreso real requiere líderes fuertes y sistemas alternativos.
Por eso financió The Seasteading Institute. Un proyecto para crear ciudades flotantes en aguas internacionales. Fuera de toda ley, sin estado, sin impuestos. Un paraíso libertario.
También pagó becas para que jóvenes abandonen la universidad y funden startups. Cree que la educación formal es un cartel mafioso que frena la innovación.
En 2016 rompió Silicon Valley al apoyar públicamente a Donald Trump. Donó dinero a su campaña. Habló en la convención republicana. Muchos lo llamaron traidor. Él respondió: “Prefiero el riesgo de lo nuevo que la certeza del fracaso”.
El culto a la longevidad
Thiel no solo quiere cambiar el sistema. También quiere burlar a la muerte.
Invierte millones en empresas de biotecnología que buscan frenar el envejecimiento. Una de ellas es Ambrosia, que estudia el efecto de inyectarse sangre de jóvenes. Sí, leíste bien. Sangre de jóvenes.
Se rumorea que Thiel se somete a este tratamiento. Él nunca lo confirmó. Pero tampoco lo negó.
Además, tiene inversiones en criogenia. Está dispuesto a congelarse si muere, con la esperanza de resucitar en el futuro.
Gawker, venganza y poder
En 2016 se reveló que Thiel había financiado en secreto una demanda contra Gawker, un medio de chismes que había revelado que era gay en 2007. La demanda, iniciada por el luchador Hulk Hogan, terminó en un juicio millonario que destruyó el medio.
Thiel esperó casi una década para ejecutar su venganza. Fue quirúrgico. Frío. Silencioso. Como el ajedrecista que nunca olvida una jugada.
Un enigma necesario
Peter Thiel no encaja en ninguna caja. Es libertario, pero apoya a Trump. Es capitalista, pero crítico del sistema. Es cristiano, pero promueve el transhumanismo. Es un hacker del establishment.
Lo que no se puede negar es su impacto. Cambió la forma en que pagamos, cómo interactuamos online, cómo los gobiernos vigilan y cómo pensamos el futuro.
Tal vez Thiel sea el primer representante real de una nueva élite: empresarios-filósofos, tecnólogos-ideólogos, millonarios que no solo acumulan riqueza, sino que moldean el mundo a su imagen y semejanza.
¿Es peligroso? Tal vez. ¿Es brillante? Sin duda. ¿Es necesario? Probablemente sí. Porque en un mundo cada vez más dominado por lo políticamente correcto, necesitamos voces disonantes. Aunque nos incomoden.