Experimentos con Dinero Fiat, Lecciones del Laboratorio y la Historia
Dentro y, tristemente, fuera del laboratorio
Los experimentos con dinero fiat parecen terminar siempre en fracaso, tanto los realizados en laboratorios como en países. Esta observación no es casual, sino que responde a características intrínsecas del dinero sin respaldo que se manifiestan tanto en entornos controlados como en la realidad económica de las naciones.
El laboratorio de la macroeconomía experimental
La macroeconomía experimental es una rama de la economía experimental que utiliza métodos controlados en el laboratorio para comprender fenómenos económicos agregados y probar las suposiciones y predicciones específicas de los modelos macroeconómicos. Los papers fundacionales de esta disciplina son “Bubbles, Crashes, and Endogenous Expectations in Experimental Spot Asset Markets de Vernon L. Smith, Gerry L. Suchanek y Arlington W. Williams” y “Fiat Money as a Store of Value in an Experimental Market de Kevin McCabe.”
En mi último artículo mencioné un paper también de Smith con David Porter en el que realizan un experimento similar: se simulaba un mercado financiero en el que los agentes operaban un activo financiero y donde todos conocían la distribución probabilística que seguían los flujos del activo, incluyendo sus valores mínimos, medios y máximos -y llegan a las mismas conclusiones- las burbujas que se generaban en las distintas rondas se debían a la incertidumbre sobre el comportamiento de los demás y a la irracionalidad que se les atribuía.
El experimento de McCabe, la inestabilidad inherente del dinero fiat
El paper de McCabe, por otro lado, estudia el valor del dinero fiat en un mercado experimental y cómo este valor se sostiene a pesar de que el dinero carece de convertibilidad a un activo real. En el estudio, a través de varios experimentos, McCabe examina cómo los participantes interactúan con el dinero fiat como medio de intercambio y depósito de valor, en un entorno con horizontes temporales finitos.
Según las predicciones del equilibrio de Nash la gente no debería aceptar dinero fiat, ya que estas se negarían a hacerlo en el último período (ya que el dinero no tiene valor al final de este período); anticipando que nadie aceptará dinero en el último período, las personas se negarán a aceptarlo en el penúltimo período; y, continuando con la inducción hacia atrás, podemos concluir que el dinero no será aceptado en ningún período.
No obstante, los experimentos en este paper muestran que esto no es así, sino que inicialmente sí que lo aceptan, ya que lo perciben como valioso para facilitar el intercambio. Con el tiempo, a medida que los participantes adquieren experiencia, el uso del dinero fiat disminuye y termina cesando antes de alcanzar el horizonte temporal del experimento, por lo que McCabe concluye que el dinero fiat es inherentemente inestable como depósito de valor.
Del experimento también sacamos que los participantes más experimentados ajustan sus expectativas más rápido, lo que acelera el colapso del uso del dinero en las últimas repeticiones y que los resultados son consistentes con estudios previos en mercados de activos, donde los precios se ajustan desde los períodos finales hacia los iniciales.
Comienzan aceptando dinero fiat en los intercambios, pero aprenden a lo largo de ciclos sucesivos que las condiciones del experimento no respaldan su expectativa inconsciente de que el dinero será aceptado por otros. Con el tiempo, sus expectativas se adaptan a las condiciones desconocidas del experimento en el laboratorio.
Para McCabe los jugadores aceptan el dinero fiat en primera instancia por las expectativas de reciprocidad en el intercambio, pero por su inconvertibilidad lo hace inestable como depósito de valor, lo que lo lleva a la eventual pérdida de valor como activo.
Los experimentos en países, historia de fracasos sistemáticos
Por otro lado, tenemos los experimentos en países. Ignacio Moncada, en su libro La Odisea del Dinero, cuenta las experiencias -todas ellas fallidas- con dinero fiat en Estados Unidos, China y Francia.
Estados Unidos: Los primeros experimentos occidentales
En Estados Unidos -más bien en las antiguas colonias inglesas- podemos encontrar el primer experimento de dinero fiat en Occidente. Moncada nos lo narra en su libro diciendo que:
El gobierno de Massachusetts organizaba saqueos de las colonias francesas de Quebec y, en 1690, una de estas expediciones fracasó. Sin botín ni recursos, el gobierno colonial no podía pagar a la tropa. Para evitar el motín, Massachusetts pagó la soldada emitiendo unos billetes por £7.000, denominados bills of credit. Se prometió que pronto podrían canjearlos por metálico y que nunca se emitirían más. Fue, por supuesto, una doble mentira del gobierno.
En tres meses, se emitieron £40.000 adicionales en papel para cancelar deuda pública que, poco después, ya cotizaban con un descuento del 40%. En 1692, el gobierno decretó que estos billetes serían de curso legal: sería obligatorio aceptarlos en pago por cualquier deuda y para abonar impuestos, pese a confirmarse inconvertibles en metal precioso.
Massachusetts siguió emitiendo papel moneda. En 1711, emitió £500.000 y estos billetes se depreciaron un 30%. Para 1748, ya circulaban $2,5 millones en papel y el descuento se había desplomado hasta casi el 90%. Todas las colonias norteamericanas fueron copiando el experimento monetario de Massachusetts. Todas cosecharon resultados similares. La más agresiva, Rhode Island, vio hundirse su papel un 96%; la más conservadora, Pensilvania, «solo» un 80%.
Los continentales, financiando la independencia con papel
Años más tarde:
El día 4 de julio de 1776, el Congreso Continental, en representación de las colonias norteamericanas, aprobó la Declaración de Independencia. Pero esta aún costaría siete años de guerra contra el rey Jorge III, caros en vidas y recursos.
¿Cómo financiar este esfuerzo bélico? Los innombrables impuestos estaban descartados, así que recurrieron al papel moneda. En 1775, el Congreso realizó una primera emisión de «continentales» por valor de $2 millones, que se retirarían en siete años a cambio de impuestos.
La emisión de continentales pronto se disparó. Para final de año, ya se habían emitido $6 millones, un aumento del 50% del dinero en circulación. En 1776 ya circulaban $25 millones; en 1778, $102 millones; y para 1779 ya se habían emitido $225 millones en continentales.
A este océano de papel también se vertieron $210 millones emitidos por los Estados individuales, más una cifra incierta de continentales falsificados que los británicos acertaron a poner en circulación.
Como era previsible, el valor de los continentales se desplomó: en 1776, cotizaban con un descuento del 20%; en 1777, del 67%; y, para 1779, el descuento ya era del 98%. En 1781, el continental cotizaba a un 0,6% de su valor original.
China: El primer dinero fiat de la historia
En China, en el siglo XI, nace el primer dinero fiat de la historia. El estado chino expropió los dieciséis bancos a los que anteriormente les había dado el privilegio de ser los únicos emisores de billetes, creando una entidad pública para emitir los jiaozi. El valor se mantuvo estable a pesar de que cada tres años estos caducaban y había que pagar una comisión del 3% para renovarlos. Pero esto no duró para siempre. Como cuenta Moncada:
[E]l jiaozi tenía un grave defecto estructural: estaba centralizado en las peores manos posibles, las del Estado. La ley limitaba la cantidad en circulación, pero quien hace la ley, hace la trampa.
En el 1072, alegando gastos inaplazables, se emitieron jiaozi superando en un tercio el límite legal. El principio de cantidad fija y la credibilidad del Estado saltaron por los aires. El jiaozi comenzó a cotizar con un descuento del 10%. El Estado siguió incrementando la circulación, aprovechando una reciente invención china: la imprenta de tipos móviles. Para 1107, circulaban ocho veces más jiaozi de los permitidos y su descuento se disparó hasta el 90%.
El Estado reemplazó el jiaozi por el qianyin, un nuevo papel moneda que volvería a tener cantidad fija. Esta promesa tampoco se cumplió y se hundió un 90% en un solo año. Poco después, dejaron definitivamente de circular.
El ciclo interminable de destrucción monetaria
Tras la dinastía Song llegó la Jin y:
La China Jin no quiso ser menos. También cubrieron sus crecientes gastos emitiendo papel moneda que, en pocas décadas, ya no valía nada. Los Jin prohibieron la moneda metálica e impusieron controles de precios, pensando que así evitarían la inflación. Pero mantuvieron la imprenta a pleno rendimiento y, en dos años, el nuevo papel moneda ya había caído un 99%. Fue sustituido por otro que tardó cinco años en correr la misma suerte. El caos fue tal que, en 1220, la población china comenzó a hacer algo sin precedentes hasta entonces: acumular plata y usarla en los intercambios, a espaldas del Estado.
Esto no termina ahí:
En 1350, la dinastía Yuan implementó su última moneda fraudulenta, que pasó a emitir a ritmo exponencial. En cinco años, los precios se multiplicaron por cuatrocientos. A partir de entonces, el papel moneda fue repudiado en toda China, detonando una hiperinflación de cifras astronómicas. Los chinos comenzaron a usar cualquier bien real en sus intercambios. La destrucción del sistema monetario, y con él de su economía, se considera la principal causa del colapso de la dinastía Yuan a manos de los Ming, en 1368.
Pero el cuento chino aún no había acabado. Los Ming también implantaron su papel moneda, y su valor permaneció estable algunos años. Pero también sucumbieron a la tentación de disparar la circulación. En 1400, esta moneda ya cotizaba a un 3% de su valor facial y, tras pocos años, se hundió hasta el 0,3%.
Francia: Las lecciones no aprendidas
En Francia, en 1719, el Banco General Privado, el primer banco de emisión francés, se convirtió en el Banco Real de Francia, una institución pública, emitiendo más de 1000 millones de libras en billetes, sin respaldo obligatorio en moneda vigente. Esta emisión masiva financió la compra de acciones de la Compañía del Misisipi, provocando una burbuja bursátil que incrementó el valor de las acciones un 2000%.
Cuando los clientes comenzaron a exigir plata a cambio de billetes, el Banco perdió reservas rápidamente. El Estado impuso restricciones al uso de metales preciosos y permitió una mayor emisión de billetes, alcanzando los 2000 millones en circulación. La burbuja estalló cuando quedó evidente la insolvencia de la Compañía del Misisipi, una acumulación de deuda pública de baja calidad. Las acciones perdieron el 90% de su valor, el Banco quedó sin reservas, y la confianza en el papel moneda colapsó, generando hiperinflación.
Los asignados, repetir los mismos errores
A finales de siglo, "la Asamblea Nacional decidió rescatar las ocurrencias monetarias de John Law" y darle otra oportunidad al dinero fiat, pues, como cita Moncada de Andrew D. White: "el papel moneda bajo un régimen despótico es peligroso, porque favorece la corrupción; pero en una nación gobernada constitucionalmente, ese peligro deja de existir". Con esta convicción, la Asamblea Nacional Constituyente, en 1790, inicia la emisión de los asignados.
Continuando con la Odisea:
La emisión se limitaría a 400 millones de libras, cifra que consideraban razonable de alcanzar expoliando tierras. Así, la deuda pública comenzó a repagarse entregando asignados. Durante un tiempo, estos asignados circularon con un valor estable. Pero en cinco meses se había consumido el límite de 400 millones. Se alzaron muchas voces pidiendo una segunda emisión; otras, abogaban por respetar el límite marcado, para evitar repetir la tragedia desatada por John Law. Pero una vez el Estado controla la moneda, la tentación de explotarlo en su propio beneficio se vuelve irresistible.
Ese mismo año, se emitieron asignados adicionales por 800 millones, acompañados de la promesa solemne de jamás emitir más asignados y de retirarlos pronto de la circulación. Ninguna promesa se cumplió. En 1791, se emitieron asignados adicionales por valor de 900 millones de libras. El año siguiente, los asignados en circulación alcanzaban los 3500 millones. La sombra de John Law volvía a sobrevolar Francia.
En 1791, los asignados ya cotizaban con un descuento del 68% frente a la moneda de metal precioso; en 1792, se hundieron hasta el 50%. El papel moneda expulsaba a los luises de oro y plata de la circulación y los precios, denominados en libras de papel, se disparaban. Muchos negocios cerraban por el caos inflacionario y el desempleo se acumulaba.
En 1793, la Convención Nacional emitió asignados adicionales por 2500 millones de libras. Imponía veinte años de prisión a quien intercambiara asignados con descuento, pese a lo que la cotización real se hundió al 30%.
Durante 1794, los asignados en circulación pasaron de 5300 millones de libras a 7000 millones; y, para 1795, se alcanzaron los 40.000 millones. Para entonces, un luis de oro, de 25 libras, se cambiaba por 3.050 libras de papel: los asignados cotizaban con un 99,97% de descuento. Todos los precios se disparaban en proporción, a excepción de los salarios que, arrastrados por la depresión y el desempleo, se hundieron en términos reales.
El ciclo final de destrucción
En 1796, con el luis de oro cotizando a 7.200 libras de papel, el Directorio fingió haber aprendido la lección: destruyeron e incendiaron las imprentas, las planchas y el papel con los que se imprimían los asignados en la plaza Vendôme, ante una gran multitud. Pero no habían aprendido nada.
El mismo Directorio tardó poco en anunciar la emisión de un nuevo papel moneda, también canjeable por tierras y de cantidad fijada por ley: los «mandatos». Pero el pueblo sí había aprendido la lección: en solo seis meses, ya cotizaban con un descuento del 97%. Tras intentar avivar la demanda mediante diversas medidas represivas, el Directorio acabó destruyendo de nuevo las imprentas en ejecución pública.
La moraleja inevitable: El incentivo perverso del Estado
El problema con el dinero fiat es que los estados tienen mucho que ganar con él, por lo que, como cuenta Moncada:
El Estado jamás olvidaría la moraleja de este cuento: que la emisión de papel moneda por encima de su demanda permite al gobernante devaluar de golpe toda la moneda en circulación, apropiándose del valor perdido por sus poseedores. Esto convierte al dinero fiat en un mecanismo de expropiación mucho más refinado que el envilecimiento de la moneda metálica, que solo permitía al gobernante devaluar las nuevas monedas que iba acuñando.
Cada uno de nosotros pierde menos de lo que gana el Estado con este instrumento, por lo que parece que las pérdidas de valor a los tenedores de dinero fiat se nos olvidan más rápidamente y que no estamos tan dispuestos a oponer fuerza contra este salvo que lo hayamos sufrido en nuestras carnes. Los franceses rechazaron la última imposición de dinero fiat pero porque eran los mismos franceses que acababan de sufrir los daños de esta moneda.
Igual ese es también nuestro destino, sufrir todas sus consecuencias negativas antes de estar listos para cambiar de patrón.
Predicciones confirmadas por la evidencia
Los resultados experimentales y la evidencia histórica presentada encuentran una explicación teórica sólida en los desarrollos de la Escuela Austríaca de Economía. Los economistas austríacos, desde Carl Menger hasta Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, desarrollaron un corpus teórico que anticipa y explica sistemáticamente los fracasos del dinero fiat observados tanto en laboratorio como en la historia.
La teoría austríaca del origen del dinero
Carl Menger, en su Principios de Economía Política (1871), estableció la teoría de la emergencia espontánea del dinero a través del proceso de mercado. Según Menger, el dinero surge naturalmente cuando los individuos buscan bienes con mayor "vendibilidad" (Absatzfähigkeit) para facilitar el intercambio indirecto. Esta vendibilidad depende de características intrínsecas del bien: durabilidad, divisibilidad, transportabilidad y, crucialmente, demanda independiente del uso monetario.
El dinero fiat viola este principio fundamental al carecer de demanda no-monetaria. Como observó Menger, un bien solo puede funcionar como dinero si tiene valor de uso independiente o si deriva su aceptabilidad de la confianza en su convertibilidad futura. El dinero fiat depende exclusivamente de la confianza en su aceptación perpetua por otros, creando una estructura inherentemente frágil que explica los patrones de colapso observados en los experimentos de McCabe.
El teorema de regresión de Mises
Ludwig von Mises, en su Teoría del Dinero y del Crédito (1912), desarrolló el teorema de regresión que formaliza la imposibilidad teórica del dinero fiat. Según Mises, el valor presente del dinero se basa en su poder adquisitivo de ayer, el cual a su vez dependía del poder adquisitivo del día anterior, y así sucesivamente hasta llegar a un momento en que el bien tenía valor de uso no-monetario.
Este teorema explica por qué en los experimentos de McCabe los participantes inicialmente aceptan el dinero fiat: traen expectativas formadas en un contexto donde el dinero tenía respaldo o utilidad real. Sin embargo, a medida que la experiencia en el entorno experimental se acumula, estas expectaciones se erosionan y el dinero pierde aceptabilidad. El teorema de regresión predice exactamente este patrón: sin una base de valor no-monetario, el dinero fiat es insostenible a largo plazo.
La teoría austríaca de los ciclos económicos
La Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos (TACE), desarrollada por Mises y refinada por Hayek, proporciona el marco explicativo para entender por qué el dinero fiat genera inestabilidad macroeconómica sistemática. Según la TACE, la expansión artificial del crédito mediante la emisión de dinero fiduciario distorsiona la estructura temporal de la producción.
La creación ex nihilo de dinero fiat reduce artificialmente las tasas de interés, enviando señales erróneas a los empresarios sobre la disponibilidad real de capital. Esto induce malinversión: proyectos de inversión que parecen rentables con dinero barato pero que no corresponden a las preferencias temporales reales de los consumidores. Cuando la insostenibilidad se hace evidente, sobreviene la corrección en forma de crisis.
Los casos históricos documentados confirman este patrón. La burbuja del Misisipi en Francia (1719-1720) y las burbujas especulativas financiadas con continentales durante la Revolución Americana son ejemplos paradigmáticos de cómo la emisión de dinero fiat genera primero auge artificial y luego colapso inevitable.
La crítica del cálculo económico socialista
La contribución de Mises al debate del cálculo socialista tiene implicaciones directas para el dinero fiat. En El Cálculo Económico en el Sistema Socialista (1920), Mises demostró que sin precios de mercado genuinos, la planificación económica racional es imposible.
El control estatal del dinero fiat constituye una forma de planificación central del sector más crucial de la economía: el sistema de intercambio. Al manipular la cantidad de dinero, el Estado distorsiona todos los precios relativos, impediendo el cálculo económico eficiente. Los empresarios no pueden distinguir entre cambios en precios que reflejan preferencias reales de los consumidores y cambios que resultan de la manipulación monetaria.
Esta distorsión del sistema de precios explica por qué los episodios de dinero fiat documentados históricamente culminan invariablemente en caos económico, desempleo y empobrecimiento generalizado, tal como observamos en Francia durante los asignados o en China durante las sucesivas dinastías.
La teoría de la competencia de monedas de Hayek
Friedrich Hayek, en Desnacionalización del Dinero (1976), propuso la solución austríaca definitiva: la competencia libre entre monedas privadas. Hayek argumentó que el monopolio estatal sobre el dinero es innecesariamente perjudicial y que la competencia entre monedas produciría espontáneamente medios de intercambio superiores.
La propuesta hayekiana se basa en el reconocimiento de que el dinero, como cualquier otro bien, mejora mediante la competencia. Las monedas que mantienen mejor su poder adquisitivo desplazarían a las inflacionarias, creando incentivos para la estabilidad monetaria que el monopolio estatal elimina.
Los experimentos de McCabe pueden interpretarse como evidencia indirecta a favor de la propuesta de Hayek. Los participantes, cuando tienen experiencia suficiente, efectivamente "compiten" contra el dinero fiat al rechazarlo, forzando su colapso. En un sistema de monedas competitivas, este proceso de selección operaría continuamente, eliminando las monedas deficientes antes de que causen daño sistémico.
Praxeología y la inevitabilidad del fracaso del dinero fiat
La metodología praxeológica de Mises permite entender por qué el fracaso del dinero fiat es inevitable y no contingente. La praxeología deduce las consecuencias lógicas de los axiomas sobre la acción humana, independientemente de las circunstancias históricas particulares.
El axioma fundamental es que los humanos actúan con propósito para mejorar su situación subjetiva. Cuando los individuos se dan cuenta de que un dinero puede ser devaluado arbitrariamente por una autoridad central, actúan racionalmente al buscar alternativas más confiables. Esta acción no depende de condiciones históricas específicas sino de la lógica universal de la acción humana.
Por ello, los fracasos documentados en Massachusetts, China y Francia no son accidentes históricos sino manifestaciones inevitables de las contradicciones internas del dinero fiat. La praxeología predice que cualquier intento futuro de imponer dinero fiat enfrentará las mismas dinámicas de erosión de confianza y eventual colapso.
Síntesis: La superioridad del patrón oro
Los austríacos identificaron en el patrón oro el sistema monetario que mejor satisface los requisitos teóricos del dinero sólido. El oro cumple los criterios de Menger para un dinero superior: tiene demanda no-monetaria, es duradero, divisible y transportable. Su oferta está limitada por costos reales de producción, no por decisiones políticas arbitrarias.
Bajo el patrón oro clásico, la emisión monetaria está disciplinada por el mecanismo de convertibilidad. Los bancos que emiten más billetes de los que pueden respaldar con oro enfrentan corridas bancarias que corrigen automáticamente los excesos. Este mecanismo automático de corrección elimina la tentación política de financiar gastos mediante emisión, resolviendo el problema fundamental identificado por Moncada.
La evidencia histórica confirma la superioridad práctica del patrón oro. Los períodos de mayor estabilidad de precios, crecimiento económico sostenido y progreso social coinciden con la vigencia de patrones monetarios basados en oro. Por el contrario, los episodios de dinero fiat documentados se caracterizan invariablemente por inestabilidad, empobrecimiento y conflicto social.
Conclusión
Los experimentos con dinero fiat, tanto en laboratorios controlados como en la realidad histórica de las naciones, nos enseñan una lección consistente que encuentra explicación teórica rigurosa en los desarrollos de la Escuela Austríaca: el dinero sin respaldo es inherentemente inestable y tiende al colapso por razones lógicamente necesarias, no contingentes.
La evidencia experimental de McCabe confirma las predicciones del teorema de regresión de Mises: sin base de valor no-monetario, el dinero fiat es insostenible. Los casos históricos documentados validan la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos: la expansión artificial del dinero fiat genera primero distorsiones y luego colapsos inevitables. La metodología praxeológica explica por qué estos patrones se repiten independientemente del contexto histórico específico.
La tentación del Estado de abusar de su poder emisor, como documenta Moncada, no es un defecto accidental sino una consecuencia lógica de concentrar el control monetario en una institución que financia sus operaciones mediante la misma emisión que controla. Solo la restauración de un sistema de dinero sólido, preferiblemente basado en competencia de monedas como propuso Hayek, puede romper este círculo vicioso.
La síntesis de evidencia experimental, histórica y teórica austríaca apunta hacia una conclusión ineludible, el futuro de la estabilidad económica y la prosperidad requiere el abandono definitivo del dinero fiat y el retorno a principios monetarios sólidos basados en las leyes económicas naturales que gobiernan la emergencia y funcionamiento del dinero en sociedades libres.




