Critica de "Historia De Los Bancos Centrales : Y La Esclavitud De La Humanidad, De Stephen Mitford Goodson"
Una crítica técnica y sin concesiones al libro A History of Central Banking and the Enslavement of Mankind, revelando sus errores conceptuales, históricos y económicos desde la teoría.
Entre las falacias más persistentes y dañinas que infestan el pensamiento económico contemporáneo se halla la creencia de que los males monetarios se deben, no a la intervención coercitiva del Estado y a su monopolio legal de emisión fiduciaria, sino a oscuras conspiraciones privadas y a un supuesto control "secreto" de banqueros internacionales sobre la creación de dinero. Esta narrativa, seductora en su simplicidad, se fundamenta en una mezcla indigesta de errores históricos, confusiones conceptuales y un desconocimiento absoluto de la teoría del dinero y la banca libre, tal y como fue desarrollada por la Escuela Austriaca, desde Menger y Mises hasta Hayek y Rothbard.
El libro A History of Central Banking and the Enslavement of Mankind de Stephen Mitford Goodson constituye una de las exposiciones más acabadas y, a la vez, más desatinadas de este mito. Su tesis principal se resume en que el sistema bancario central, en connivencia con bancos privados y grupos étnicos determinados, habría conspirado durante siglos para esclavizar a la humanidad mediante la creación de dinero-deuda.
Ahora bien, la realidad es otra. Si analizamos la cuestión desde la praxeología y la teoría monetaria , la creación del dinero y el crédito no responde a conspiraciones ocultas, sino a un proceso evolutivo espontáneo, fruto de la interacción libre de los agentes económicos. Los males que denuncia el autor existen, sí, pero se deben al intervencionismo estatal y al monopolio bancario concedido coercitivamente, no a un mercado bancario libre y competitivo.
Con este artículo propongo examinar meticulosamente las tesis del libro, descomponiéndolas y contrastándolas con el aparato conceptual más robusto y riguroso que ofrece la teoría económica: la Escuela Austriaca. Para ello, procederemos de manera sistemática y casi quirúrgica, no buscando meramente refutar los argumentos erróneos, sino exponer con toda su claridad el andamiaje conceptual correcto, de modo que cualquier lector genuinamente interesado pueda comprender la esencia del fenómeno monetario y crediticio.
De este modo, abordaremos en primer término los errores conceptuales fundamentales que atraviesan el libro de Goodson, para luego proceder al análisis histórico detallado y concluir finalmente con una evaluación crítica de sus propuestas de “dinero libre de interés” y “banca estatal”, que no son sino nuevas versiones del viejo estatismo inflacionista, reciclado con una retórica “anticapitalista” que haría sonrojar incluso a los mercantilistas más rancios.
Porque, como bien señalaba Mises en La teoría del dinero y del crédito, “el problema esencial no es quién emite el dinero, sino si existe o no competencia en el proceso de emisión”. La cuestión es si el marco institucional permite a los individuos elegir y utilizar libremente el medio de intercambio que consideren más apto, o si, por el contrario, se impone una moneda monopolística, sea esta pública o privada.
Conceptos fundamentales y errores de base en el libro
La confusión ontológica sobre la naturaleza del dinero
El primer y más grave error de Goodson radica en su concepción sustancialista y esencialista del dinero. Para el autor, el dinero es algo que debe ser "emitido" por el Estado (o por alguna autoridad central "virtuosa") y que, idealmente, carezca de interés, deuda o intermediación privada.
Desde la teoría subjetivista del valor (Menger, 1871), sabemos que el dinero no surge por decreto ni por conspiración, sino como el resultado evolutivo de un proceso espontáneo de mercado. La función esencial del dinero es la de medio general de intercambio, es decir, un bien que surge para facilitar los intercambios indirectos, superar la doble coincidencia de necesidades y reducir costes de transacción.
Menger mostró que, en un mercado libre, las mercancías más líquidas (de mayor salabilidad) terminan siendo seleccionadas como dinero. Esta "monetización espontánea" es la antítesis del diseño conspirativo que imagina Goodson.
El autor, incapaz de comprender la diferencia entre valor intrínseco y valor subjetivo, incurre en un error gravísimo al postular que el dinero "bueno" es aquel "emitido por el Estado y libre de interés". Este planteamiento revela un desconocimiento absoluto del principio básico de la teoría monetaria: el dinero es un fenómeno de mercado, no un producto legislativo.
Error categorial: confusión entre dinero, crédito y banca
Goodson mezcla tres conceptos radicalmente distintos como si fueran la misma entidad: dinero, crédito y banca.
Dinero: medio general de intercambio (Mises, Teoría del dinero y del crédito).
Crédito: cesión temporal de bienes presentes a cambio de bienes futuros; es un fenómeno intertemporal, no un fenómeno puramente monetario.
Banca: institución encargada de intermediar entre oferentes y demandantes de crédito, transformando activos y gestionando liquidez.
Confundir estos tres conceptos equivale a confundir el bisturí con la cirugía y con el cirujano. La banca no "crea dinero" per se (al menos en un sistema sin privilegios legales), sino que intermedia crédito. Lo que ocurre en la práctica moderna —la creación secundaria de dinero mediante depósitos a la vista y reserva fraccionaria— no es consecuencia de la "naturaleza maligna" de la banca privada, sino de la existencia de privilegios legales y del banco central como prestamista de última instancia, que rompe la disciplina de mercado.
Falsa dicotomía: "dinero estatal bueno" vs "dinero privado malo"
El libro exalta ejemplos históricos de "dinero estatal sin interés", como el tally stick inglés medieval o ciertos experimentos napoleónicos, postulando que el problema radica en que el dinero esté "en manos privadas".
Aquí el error es doble:
Primero, la naturaleza del dinero no depende de quién lo emita, sino de la libertad de elección monetaria y de la confianza espontánea del mercado.
Segundo, la historia demuestra que los monopolios estatales generan siempre expansión irresponsable de la oferta monetaria (inflación) y, en consecuencia, distorsiones sistemáticas en los precios relativos y en la estructura de capital.
La teoría austríaca del ciclo económico (Mises-Hayek) explica rigurosamente cómo la expansión crediticia artificial, fomentada casi siempre por el privilegio estatal, induce ciclos recurrentes de auge y crisis.
En contraposición, un sistema de banca libre (free banking) con plena responsabilidad contractual y sin privilegios estatales tiende a evitar la expansión excesiva, porque los bancos compiten y enfrentan la amenaza permanente de quiebra si emiten pasivos que no pueden redimir.
El fetichismo del "interés cero"
Goodson repite obsesivamente la necesidad de eliminar el "interés", considerándolo "usura" y "herramienta de esclavización". Esta visión es frontalmente contraria al núcleo mismo de la teoría del interés.
El interés es la manifestación del fenómeno universal de la preferencia temporal: el hecho irrefutable de que los seres humanos valoran más los bienes presentes que los bienes futuros. Ningún sistema económico puede abolir la preferencia temporal, ni siquiera mediante coerción violenta.
Si se prohíbe el interés, simplemente se destruye la intermediación intertemporal y se sabotea el proceso de acumulación de capital, condenando a la sociedad a la miseria y la improvisación constante.
Como demostró Böhm-Bawerk (en Capital e Interés, 1884), la existencia del interés no se explica por la explotación ni por conspiraciones bancarias, sino por la estructura intertemporal de la producción y el consumo.
El libro arranca de un error conceptual gravísimo: confundir la naturaleza espontánea y evolutiva del dinero con un supuesto instrumento de dominación conspirativa.
Además, ignora la teoría subjetivista del valor, la teoría monetaria austríaca, la teoría del capital y la teoría del interés, resultando en una visión peligrosamente simplificada y, paradójicamente, estatista.
Análisis histórico — Roma, Edad Media y etapas iniciales
Roma:
Goodson sostiene que Roma prosperó gracias al uso de "dinero estatal emitido sin interés" (aes signatum, aes grave) y que su decadencia habría comenzado cuando se adoptó el patrón metálico y se permitió el crédito privado.
Error técnico monumental
El autor confunde el dinero estatal de curso forzoso con dinero sano. El aes signatum y aes grave eran dinero mercancía (bronze y cobre) que circulaban justamente por su valor de mercado, no por el capricho de una autoridad central.
Cuando Roma se expande (siglo III a.C. en adelante), comienza a utilizar el denario de plata y posteriormente el aureus de oro. La degeneración monetaria en Roma no provino del "patriciado" ni de la "introducción de la moneda metálica", sino del constante proceso de degradación fiduciaria: la reducción sistemática del contenido metálico (devaluación). Esto lo describe con maestría Carlo M. Cipolla en Il governo della moneta a Firenze y lo confirma la arqueología numismática.
El error de Goodson aquí es doble:
Ignora que la degradación de la moneda fue impulsada por el Estado, no por banqueros privados.
Idealiza un "dinero fiat estatal" como si fuese solución, cuando la historia romana muestra lo contrario: el monopolio estatal de la acuñación y el uso de la fuerza legal para imponer monedas adulteradas.
La calidad monetaria depende de la capacidad de redención y de la confianza espontánea del mercado, no del control político. La usurpación de la acuñación monetaria y la imposición de monedas de menor ley (menos contenido metálico) son ejemplos paradigmáticos de intervencionismo destructor, no de conspiración privada.
Edad Media inglesa y el tally stick
Goodson exalta el uso medieval inglés del tally stick como ejemplo supremo de "dinero público no usurario".
La verdad histórica
El tally stick era un sistema de crédito fiscal: un instrumento de deuda pública, no un medio de intercambio generalizado. Sirvió esencialmente para recaudar impuestos y financiar temporalmente al rey, no para reemplazar monedas metálicas.
Además, los tally sticks eran complementados con monedas de oro y plata, que seguían siendo la base real del comercio y el ahorro. Los documentos contables medievales (Pipe Rolls y Domesday Book) confirman que el flujo comercial principal se hacía en libra esterlina de plata.
El error de Goodson aquí consiste en confundir un instrumento de pago fiscal (tally stick) con dinero en sentido estricto (medio general de intercambio, unidad de cuenta, depósito de valor).
En palabras de Mises, sólo cuando un bien es universalmente aceptado como medio de intercambio, puede considerarse dinero. Un documento de deuda fiscal, emitido coactivamente, no constituye un dinero auténtico, sino un crédito forzado.
Idealización de la ausencia de usura
Goodson repite con fervor casi religioso que la "prohibición de la usura" fue la causa de la prosperidad medieval, citando a reyes como Alfredo el Grande y Edgardo.
Böhm-Bawerk refutó esta visión al demostrar que el interés es una categoría originaria de la acción humana: surge de la preferencia temporal, no de imposiciones legales o conspiraciones.
La prohibición formal de la usura en la Edad Media no eliminó el interés: simplemente lo desplazó a prácticas informales, encareciendo el crédito y concentrándolo en manos de redes clandestinas.
Documentos notariales italianos del Trecento (cf. Federigo Melis, Documenti per la storia economica) muestran intereses implícitos de hasta 30% anual, disfrazados de "penali", "comisiones" o "gastos de gestión". La prohibición formal no redujo el coste del dinero, sino que distorsionó el mercado y benefició a prestamistas más agresivos y menos transparentes.
Manipulación de episodios concretos (expulsiones, conspiraciones)
Goodson cita expulsiones de comunidades judías como prueba de su "culpabilidad" en la usura y en la supuesta esclavización monetaria.
Desde un punto de vista histórico serio, la expulsión de minorías no demuestra una conspiración financiera sino la incapacidad de la autoridad para garantizar derechos de propiedad y seguridad jurídica.
Además, atribuir el fenómeno de la usura exclusivamente a un grupo étnico es un disparate teórico: el crédito es un fenómeno universal, derivado del ahorro y la preferencia temporal, no de la pertenencia a una nación o religión.
Lo que Goodson señala correctamente —la existencia de colusión entre poder político y financiero, el perjuicio de la deuda perpetua, el efecto parasitario del monopolio monetario— son críticas válidas. Sin embargo, sus conclusiones son profundamente erróneas:
La raíz del problema no es la "privatización" de la emisión, sino la coerción estatal que otorga privilegios y elimina la libre competencia monetaria.
Idealizar "dinero público sin interés" equivale a promover inflación sistemática y la perpetuación del poder político sobre el mercado.
Las prohibiciones de la usura son inútiles e incluso contraproducentes: distorsionan el mercado, aumentan el riesgo y elevan los costos de financiación.
Banca central moderna y el caso del Bank of England
El error fundamental: confundir monopolio legal con "privatización"
Goodson presenta la creación del Bank of England en 1694 como la coronación de un "plan maestro" de banqueros privados para esclavizar a Inglaterra y, por extensión, al mundo.
Desde mi perspectiva, el problema real no es la "privatización" de la emisión monetaria, sino el monopolio legal otorgado por el Estado.
Un banco que goza de privilegios legales (curso forzoso, legal tender laws, rescates estatales, prestamista de última instancia) ya no es un actor de mercado genuino.
El Bank of England, desde su creación, fue una institución privilegiada, no un banco libre sometido a la disciplina del mercado. Fue un híbrido público-privado diseñado para financiar los déficits del Estado, especialmente las guerras.
Como explica Huerta de Soto en Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, en un sistema de banca libre sin privilegios estatales, los bancos deben mantener una estricta disciplina de liquidez y solvencia, pues están expuestos al riesgo de corridas bancarias y a la competencia libre.
El mito del "dinero sin deuda"
Goodson insiste en que el Bank of England instauró un "sistema de dinero deuda", que no existía antes, y que la solución sería reemplazarlo por dinero estatal sin interés.
Todo dinero fiduciario moderno (y también toda forma de crédito bancario) implica deuda en el sentido contable: un pasivo contra un activo. Lo decisivo no es si existe "deuda" per se, sino si el proceso de creación monetaria está disciplinado por el mercado.
En un sistema de free banking, los bancos crean pasivos (depósitos) y activos (créditos), pero están forzados a mantener convertibilidad y solvencia.
El problema de la banca central no es la creación de "dinero deuda", sino el monopolio de emisión y el privilegio de poder inflar sin riesgo de quiebra.
El dinero estatal sin deuda que propone Goodson no elimina el problema: simplemente desplaza el privilegio inflacionario al Estado.
El caso histórico: Bank of England y la guerra
Goodson describe la fundación del Bank of England como conspiración contra el "pueblo inglés" para financiar guerras injustas.
Parte verdadera
Es cierto que el banco fue fundado en gran medida para financiar la guerra contra Francia y para consolidar la deuda pública.
El uso de la inflación monetaria y el endeudamiento como herramienta para financiar guerras es históricamente innegable (Rothbard lo documenta en A History of Money and Banking in the United States).
Parte errónea
Goodson omite que el problema no fue "privado", sino la fusión entre Estado y banco, donde el Estado buscó financiamiento y el banco gozó de un privilegio legal.
En un contexto de banca libre, ningún banco puede crear dinero sin respaldo indefinidamente: la amenaza de redención y competencia lo disciplina.
La imposición de un banco central y la abolición de la libre banca británica consolidaron un esquema inflacionario y fiscal, pero no fue un "complot racial" ni un fenómeno exclusivamente "privado". Fue un pacto mutuo entre políticos y banqueros privilegiados.
¿Privado o estatal? La falacia de Goodson
Goodson postula que la emisión monetaria estatal directa (por ejemplo, notas de tesoro) resolvería el problema.
Error categórico
La emisión estatal directa no elimina la inflación: la traslada y la convierte en herramienta fiscal inmediata.
La historia está llena de episodios de colapsos inflacionarios provocados por "dinero estatal puro": Francia (asignados revolucionarios), Alemania (marco de papel 1923), Zimbabwe, Argentina contemporánea.
La única solución coherente es la descentralización y competencia monetaria: que el público elija, y que los emisores compitan y asuman su propio riesgo.
Goodson identifica bien la colusión entre Estado y banca central como instrumento de guerra y expolio fiscal.
Sin embargo, su "solución" de dinero estatal puro es conceptualmente errónea y económicamente desastrosa.
La causa de los males monetarios no es la "privatización", sino el monopolio legal protegido y la ausencia de disciplina de mercado.
Un sistema de banca libre competitiva, sin banco central y sin privilegios legales, es la única alternativa sólida desde el punto de vista de la teoría monetaria y la libertad individual.
El mito del dinero sin interés y los experimentos estatales
La falacia de abolir el interés
Goodson postula que la clave para liberar a la humanidad sería emitir dinero "sin interés" y prohibir el cobro de intereses en el crédito. Este dogma se basa en una visión arcaica (y profundamente errada) de la naturaleza del interés.
La teoría del interés
Böhm-Bawerk, en Capital e Interés, y luego Mises en La acción humana, demostraron de forma rigurosa que el interés es un fenómeno real y universal, resultado de la preferencia temporal:
Los individuos valoran más los bienes presentes que los bienes futuros.
La diferencia de valoración se manifiesta en el precio intertemporal: el tipo de interés.
El interés no es un precio arbitrario ni una “imposición” de los prestamistas, sino la expresión natural de la valoración subjetiva de cada actor. Incluso en una sociedad completamente igualitaria y sin "banqueros", el interés existiría de manera implícita en cualquier intercambio temporal.
El interés como mecanismo coordinador
El interés cumple una función vital en el sistema económico:
Coordina el ahorro y la inversión.
Indica la disponibilidad relativa de bienes presentes frente a bienes futuros.
Permite la formación de capital y la planificación intertemporal.
Prohibir el interés implica destruir el cálculo económico intertemporal, condenando a la economía a una estructura productiva primitiva, sin acumulación ni proyectos a largo plazo.
Los experimentos históricos de "dinero sin interés"
Goodson exalta diversos casos históricos de dinero "sin interés", por ejemplo:
El tally stick medieval.
Los "Greenbacks" en EE. UU. durante la Guerra Civil.
El sistema napoleónico.
Las "Wära" alemanas locales en los años 30.
Refutación
Tally sticks: eran créditos fiscales, no dinero plenamente líquido ni unidad de cuenta universal. Funcionaron solo por imposición legal y carecían de capacidad de ahorro a largo plazo.
Greenbacks: financiaron el esfuerzo bélico, causaron inflación galopante y depreciación de hasta 60 %. La posterior vuelta parcial al patrón oro (Resumption Act de 1875) fue un reconocimiento implícito de su fracaso.
Napoleón: aunque Napoleón limitó la deuda pública, mantuvo impuestos confiscatorios y financió la expansión militar con emisiones. Francia terminó en bancarrota y con una estructura fiscal fuertemente centralizada.
Wära: experimento local de muy corto plazo, fracasó al carecer de respaldo real y por su vulnerabilidad a corridas y rechazo del público.
El error de confundir “emisión pública” con “neutralidad moral”
Goodson asume que si la emisión la realiza el Estado directamente y sin cobrar intereses, desaparece la "opresión". Esto refleja un pensamiento infantil (y peligrosamente autoritario):
El monopolio estatal de emisión elimina la competencia y bloquea la disciplina del mercado.
La emisión sin interés fomenta el uso ilimitado del crédito y la depreciación continua de la moneda.
La inflación derivada de este esquema es un impuesto oculto que afecta principalmente a los más pobres y menos bancarizados.
Preferencia temporal y estructura de capital
Si se destruye el interés, desaparece la señal que ordena la estructura productiva:
Los empresarios no saben si conviene producir bienes de consumo inmediato o bienes de capital.
Se desalienta el ahorro y la inversión de largo plazo.
Se acorta el horizonte temporal de la sociedad (fenómeno de "presentismo"), empobreciendo a todos.
La propuesta de dinero sin interés es técnicamente imposible, económicamente ruinosa y moralmente regresiva.
El interés no es un “robo” ni una “imposición”, sino el precio natural del tiempo en la acción humana.
Los experimentos históricos de "dinero sin interés" terminaron, invariablemente, en inflación, colapso fiscal y destrucción del poder adquisitivo.
La verdadera solución radica en abolir el privilegio legal de la banca central y permitir competencia monetaria, no en abolir el interés.
Los casos contemporáneos (Libia, Alemania nazi, etc.)
Alemania nacionalsocialista: el mito del “dinero soberano”
Goodson presenta la Alemania nazi como un ejemplo de "emisión monetaria soberana sin usura", sugiriendo que fue atacada por el sistema financiero internacional justamente por desafiar a los banqueros.
Realidad económica
El Tercer Reich financió su expansión militar y proyectos internos mediante deuda estatal masiva y manipulación monetaria, incluyendo los famosos "Mefo bills" (letras de cambio emitidas por la ficticia Metallurgische Forschungsgesellschaft), un instrumento pseudo-monetario que escondía deuda pública fuera de balance.
La Reichsbank continuó operando como un banco central con privilegio monopólico de emisión, sin disciplina de mercado y sujeto al poder absoluto del Estado.
La inflación se contuvo al principio por controles de precios y represión financiera extrema (dirigismo total), no porque se hubiera eliminado el interés ni la deuda.
El modelo nazi no fue un ejemplo de banca libre ni de dinero sano; fue el prototipo de “banca nacionalizada al servicio del totalitarismo”, que nada tiene de algo moralmente defendible.
La intervención sistemática en los precios, el crédito y la banca no elimina el problema de la expansión artificial: lo disimula y lo traslada. El resultado final siempre es escasez, distorsión del cálculo económico y empobrecimiento.
Libia de Gaddafi: “dinero sin usura” y el mito del dinar oro
Goodson también alaba el sistema de Gaddafi, afirmando que el dinar libio y el proyecto de dinar oro amenazaban al sistema bancario internacional.
Hechos
Libia no implementó un sistema de banca libre ni de moneda competitiva. El Banco Central de Libia era una institución estatal, monopolística, controlada por el régimen.
La propuesta del dinar oro nunca se implementó realmente: se trataba de un proyecto propagandístico, útil para cohesionar políticamente la Unión Africana.
El sistema financiero libio estaba sumamente intervenido y dependía de ingresos petroleros administrados discrecionalmente por el dictador y su círculo cercano.
La supuesta "ausencia de usura" era mera propaganda interna para legitimar el control estatal absoluto sobre el crédito.
Un sistema basado en petróleo y coerción fiscal, sin mercado de capitales libre y sin instituciones jurídicas independientes, no puede servir como ejemplo de dinero sano ni de alternativa al patrón oro clásico.
Otras referencias: Japón imperial, Italia fascista
Goodson menciona experimentos de banca estatal en Japón e Italia durante la primera mitad del siglo XX.
Realidad
Ambos sistemas combinaban control estatal del crédito con represión financiera, inflación camuflada y destrucción del ahorro interno.
En Italia, el Istituto Mobiliare Italiano (IMI) y el Istituto per la Ricostruzione Industriale (IRI) sirvieron para canalizar crédito inflacionario al aparato fascista.
En Japón, el control estatal del Bank of Japan se utilizó para financiar expansionismo bélico y subsidiar conglomerados industriales (zaibatsu).
La combinación de banca central estatalizada, represión financiera y expansión monetaria sistemática llevó a burbujas especulativas y finalmente a la miseria y destrucción durante y después de la guerra.
Todos los ejemplos exaltados por Goodson comparten un patrón común: monopolio estatal, represión financiera y distorsión coercitiva del mercado.
Ninguno representa un sistema monetario sano ni libre.
La defensa del “dinero sin usura” sirve, en la práctica, para justificar la inflación estatal y el control absoluto del crédito y los precios.
La verdadera alternativa es la competencia monetaria (Hayek), con plena libertad para emitir, usar y aceptar cualquier medio de pago, y sin privilegios legales.