BCRA vende US$678M y el Gran Problema de Argentina
Análisis del impacto político y económico de las ventas recientes y por qué la ayuda externa no resuelve la falta de credibilidad.
El Banco Central de la República Argentina vendió USD 678 millones en una sola jornada para intentar frenar la corrida sobre el peso; en las últimas tres jornadas ya acumuló ventas por aproximadamente USD 1.110 millones. Esta sangría de reservas es la consecuencia lógica de politizar la moneda y mantener un monopolio estatal sobre la emisión que expone al país a shocks de confianza y a decisiones políticas que persiguen objetivos distintos a la preservación del poder adquisitivo. (infobae)
En paralelo, el Gobierno confirma que negocia con el Tesoro de Estados Unidos una asistencia financiera y ya está pensando en cubrir vencimientos por USD 4.000 millones en enero y USD 4.500 millones en julio de 2026. Ese diálogo con un prestamista externo no resuelve el problema de fondo: puede dar oxígeno temporal, pero lo hace a costa de más dependencia, condiciones y una disciplina que siempre será dictada desde afuera si no hay un cambio institucional radical. (Bloomberg Línea)
El gobierno intervino vendiendo entre USD 650 y 700 millones para sostener el tipo de cambio en torno de $1.475. Es decir: se está gastando capital acumulado (reservas) para sostener un ancla artificial del precio del dólar frente a presiones que no son sólo financieras sino políticas. Esa operación es un parche que reduce la capacidad del país para afrontar eventualidades mayores y que convierte la liquidez internacional en herramienta de política cambiaria momentánea. (Bloomberg)
Por qué todo esto no sorprende y por qué las soluciones convencionales fallan
Lo que está pasando es lógico en un sistema democrático, no sorprende viniendo de un sistema diseñado para centralizar el poder. La dinámica que vemos (venta masiva de reservas, búsqueda de préstamos externos, defensa transitoria de bandas o anclas cambiarias) es clásica cuando el monopolio emisor vive de credibilidad prestada. El BCRA puede intervenir, comprar o vender, prometer metas de inflación o administrar bandas, pero si la emisión y la política monetaria están al servicio de objetivos fiscales, políticos o simplemente de mantener un salario real artificialmente, la única variable que paga la cuenta es la reserva: reservas que se evaporan y generan vulnerabilidad externa. Peor aún: cada intervención redistribuye riqueza (de los tenedores de reservas a los retrocesos de confianza) sin que el mercado pueda corregir vía libre competencia de monedas. Esa acumulación de fricciones es exactamente el síntoma del diseño institucional errado. No existe gestión técnica capaz de sostener indefinidamente una moneda cuyo valor depende de decisiones discrecionales. (No hubo ni habrá atajo distinto a cambiar los incentivos institucionales.)
Qué debería hacerse
La única solución duradera es terminar con el monopolio del dinero. Cerrar el Banco Central. Abolir la emisión legal monopólica. Dejar que el mercado de dinero privado se reordene bajo reglas claras: banca privada libre, patrón oro (u otro activo convertible, no fiat), sin reserva fraccionaria y con coeficiente de caja del 100% con depósitos a la vista. Esa combinación es el remedio para eliminar la externalidad de la emisión inflacionaria y devolver a los agentes la posibilidad de elegir dinero con valor estable. El Estado no puede seguir decidiendo qué moneda vale y cuánto; cuando lo hace, incentiva gasto insostenible y dependencia externa. Esta es la terapia de choque institucional que Argentina necesita. No sirve más parches ni refinanciar compromisos con más deuda si la causa originaria (monopolio y discrecionalidad en la emisión) persiste.
¿Cómo mierda se implementa eso de manera práctica?
El camino político y jurídico es complejo, pero no es mágicamente imposible. Primero, un programa de reforma legal que elimine el privilegio monopólico de emisión, derogar la normativa que otorga al BCRA facultades para emitir y para perseguir objetivos discrecionales de política monetaria.
Segundo, establecer un marco contractual claro para la transición: contratos de convertibilidad voluntaria, libertad de elegir moneda para contratos privados y para pagos públicos, y seguridad jurídica para bancos privados que ofrezcan monedas convertibles.
Tercero, crear incentivos para que activos de reserva real (oro u otras reservas físicas auditables) respalden la emisión privada, impidiendo la fracción; esto requiere no criminalizar la competencia monetaria. Finalmente, proteger la libertad contractual: que particulares y empresas puedan pactar en la moneda que prefieran sin que el Estado imponga coerciones.
En términos prácticos: no nacionalización, sino desmonopolización; no sustituir un BCRA por otro ente público, sino abrir el mercado a bancos y emisores privados con reglas de 100% de caja. No es complicado conceptualmente; lo difícil es la voluntad política. Y ahí estamos, con reservas que se evaporan y gobiernos que buscan préstamos para tapar agujeros. (infobae)
Y esto da igual de que partido venga, la única salida viable es anarcocapitalista.
Objeciones previsibles y por qué no valen
Es muy probable que digan que abolir el banco central es caos: que habría falta de crédito, desorden en pagos, volatilidad. Eso es miedo funcional al statu quo. La experiencia histórica muestra que donde hay competencia monetaria y reglas contractuales claras, florece la innovación financiera: instrumentos de crédito privado, medios de pago alternativos y mecanismos de ahorro que preservan valor. La estabilidad de largo plazo no sale de una política discrecional manejada por tecnócratas sujetos a ciclos políticos; nace cuando la oferta de dinero no puede expropiar por la vía inflacionaria. Por ejemplo, el oro tiene miles de años de historia como reserva de valor y nunca necesito de un gobierno. Si la pregunta es “¿y el corto plazo?”, respondo que sí, hay costos de transición. Pero son menores que el costo permanente de seguir políticas que consumen reservas, devaluaciones recurrencia y dependencia de prestamistas externos. Peor es no elegir y seguir gastando reservas hasta el default o la pérdida irreversible de confianza.
Es importante aclarar que da lo mismo de qué lado venga la crítica, con frecuencia quienes hoy atacan a Milei terminan apoyando a otro político mañana y viceversa. Apoyar a un candidato sin cuestionar la arquitectura institucional que permite la expropiación monetaria es un acto de retrasado mental; defender el sistema democrático tal cual está equivale a legitimar el mecanismo que permite la confiscación por inflación y la dependencia externa. Tienen que dejar de ser retrasados mentales y empezar a darse cuenta de la realidad.
Si pensaste que un gobierno, un político o cualquier persona desde el Estado puede hacer algo bueno o salvar el país, estás equivocado.